En los tiempos que vivimos, ¿quién no tiene un ordenador o un móvil?, y ¿en qué casa no hay alguien que se maneja por las redes sociales o en los programas de mensajería instantánea, ahora que también tenemos Internet en el móvil?. En muchas ocasiones nos podemos preguntar, hasta que punto estamos haciendo un uso adecuado o si no podemos vivir ya sin el móvil. Tanto por nosotros como por alguien cercano, que nos da la sensación de que no hay manera de que despegue la mirada de él.
La adicción a Internet o a las nuevas tecnologías supone un uso excesivo y desadaptativo de las mismas, que implica ir más allá de la reacción normal, que consistiría en dedicar mucho tiempo sobre todo al principio por el descubrimiento de todas las posibilidades y fascinarse con ellas, y que con el paso de unas pocas semanas acaba regularizándose el uso. Los síntomas observados en este tipo de adicciones tienen similitud a los generados por las drogodependencias. Estar enganchado a la red supone para muchas personas, que su privación les cause síntomas de abstinencia, como irritabilidad, inquietud, humor depresivo, etc. Y el abuso puede producir cambios fisiológicos en el cerebro.
¿Qué se debe dar para que hablemos de adicción?, debe darse una frecuencia alta de la conducta en cuestión, en este caso el uso de las nuevas tecnologías, Internet, etc. Como también es necesario que la persona pierda el control y establezca una relación de dependencia con las mismas. Estos dos últimos requisitos, perder el control y establecer una relación de dependencia, nos permite distinguir lo que es adicción de lo que es simplemente la alta frecuencia de un comportamiento determinado. Para no caer en el error de convertir en trastornos o problemas comportamientos de la vida cotidiana. Confundiendo por ejemplo, la adicción a Internet con el uso del mismo por motivos de trabajo, caso en el cual la persona puede hacer un uso de Internet con alta frecuencia pero sin suponer que pierda el control en el sentido de no poder dejar de usarlo aunque le esté causando problemas, o de que luego no sea capaz de desconectar cuando ha finalizado su trabajo. Estamos hablando de hábitos de conducta que en principio son inofensivos, pero que pueden convertirse en adictivos e interferir gravemente en la vida cotidiana. Se puede pasar del deseo moderado a la obsesión intensa.
La conducta adictiva inicialmente se ve reforzada positivamente por el propio placer de realizarla, pero finalmente es controlada por el alivio de tensión emocional al llevar a cabo el uso de las nuevas tecnologías. Por ejemplo, acabas de mandar un mensaje y hasta que no te llega la respuesta no sientes alivio, y te quedas hay fijo mirando al móvil deseando que te respondan ya, porque nos entra impaciencia. La dependencia a Internet comienza de forma gradual. Uno de los signos de alerta es la comprobación de forma repetitiva y sin parar del correo electrónico, entre otros. Lo que debe ser una afición o un elemento de trabajo o estudio se convierte en el centro de la vida de la persona. En estos casos no solo se busca información, sino satisfacción inmediata o huir de problemas. Satisfacción, por ejemplo, de ver que tienes muchas notificaciones en el perfil de la red social, o de escuchar que suena el móvil porque te llegan mensajes instantáneos. La persona con adicción muestra irritabilidad si se le interrumpe, impaciencia, incapacidad de parar aunque sea para comer, tiende a aislarse y a abandonar áreas de su vida, como el trabajo, vida social, etc. Así como también dormir menos de lo habitual, deteriorarse la vida de pareja, etc.
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